La mesura

El segundo volumen de su preciada colección estaba completo. 42 manos seccionadas de cuerpos que latían y sentían como el suyo. El trabajo había sido duro y meticuloso, sí, pero el botín era de un valor incalculable. No obstante, había que pensar sin más dilación en los nuevos tesoros que engrosarían la tercera serie. ¿Piezas dentales? ¿Globos oculares? ¿O por qué no lóbulos izquierdos?

En esas estaba cuando acabó todo. El tedio que inundaba cada día volvió a ocupar su lugar y él ya esperaba con ansia desmedida una cena copiosa más, convencido de que la mesura, en según qué cosas, está indudablemente sobrevalorada.

Autor: Fran Leal

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