Perra vida
La abrazaré con cuidado para no romperla, cada día, me gritaba sin cesar Roberto entre sollozos. Viendo cómo sujetaba aquella vasija de porcelana china, que contenía las cenizas de su última perra, entendí todo lo que mi pareja había perdido de golpe cuando el veterinario le comunicó que no pudo hacer nada por salvar la vida de Samanta. Quien no ha tenido perro, no sabe nada sobre el verdadero amor, balbuceó. ¿Lo decía de verdad? ¿Me estaba queriendo decir algo con aquella afirmación tan categórica? Esa misma tarde, entre las sábanas, me dijo que me quería, pero yo no podía parar de darle vueltas a su sentencia.
Autor: Fran Leal
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