Y tú, ¿qué cargo en inglés quieres?

Como ego que soy, suelo caer bien y me reciben en cada casa como si fuera una estrella de la televisión. De hecho, es entrar en un sitio y siento como si cerraran las puertas por fuera para evitar mi marcha. 

Sin ir más lejos, la pasada semana me pasé por LinkedIn, esa red social en la que las personas, si pueden ser calificadas como tal en este entorno, se autoexponen en un escaparate reluciente como si fueran jerséis. Eso sí, de cuello vuelto y de la última temporada, aunque les salgan bolitas sin ni siquiera lavarlos.

Pero bueno, a lo que iba. La acogida que me brindaron fue memorable, la verdad. En mi vida como ego, que viene a ser la más deseable de las vidas que merecen ser vividas por cualquiera de ustedes, jamás me han tratado como en este supermercado del trabajador. Por cierto, haciendo un pequeño paréntesis, no puedo entender el bajo nivel de inglés que hay en España. ¿No sería más fácil sacar del currículo las lenguas extranjeras e incluir tutoriales de LinkedIn? Porque, madre mía, qué poliglotismo ilustrado el que maneja la ingente cantidad de CEO y founders (y co-founders, bendita humildad) de tanta empresa útil e innegablemente viable. En fin, que la asfixia a la que me vi sometido fue de tal calibre que solo quería salir de allí. Me daba igual dónde ir: una cena con Pérez Reverte, un mitin político, una entrevista con Pablo Motos… Me era indiferente, pero solo quería pirarme. 

Esto ocurrió ya hace una semana y no, no he podido salir de esta red del demonio. Me han tomado de rehén y cada cual a su antojo abusa de mí a cada momento, en cada publicación y en cada edición de perfil (incluso en los comentarios). La fatiga es indescriptible y la vergüenza inconmensurable. Quizá esté pecando de una adjetivación rimbombante, pero créanme, si participaran en la guerra cruzada que protagonizo muy a mi pesar desde que crucé ese ciberumbral, entenderían este desasosiego que me inmoviliza. Maldigo el momento en que pulsé el enter aquella noche. Añoro tanto aquellas interminables jornadas en el Congreso… Eso sí, ahora soy CEO de tu engreimiento y co-founder de tu arrogancia. Mil gracias por unirte en esta aventura. Algo es algo.

Autor: Fran Leal

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