Café post mórtem

Alza la vista de la almohada para observar el reloj digital de la mesilla, las 4:57, es la tercera vez que se despierta esta noche, pero aún puede seguir durmiendo un poco más, aunque baraja la posibilidad de que al hacerlo coja por donde había dejado la macabra historia que vivía mientras viajaba en su fase rem.

Coge la taza con agua que deja cada noche al lado del cabecero de la cama y da un trago. Nota cómo lejos de sentir la boca hidratada, comienza a arderle, tiene la sensación de que se va cerrando su garganta y le cuesta un poco más respirar. Su pulso se acelera como una turbina y entra en pánico, ya que todo apunta a que no está sola, y así es; de la oscuridad, tras ella, unos brazos se abalanzan sobre su rostro presionando sus vías respiratorias y, perdiendo toda la fuerza en sus músculos, Sandra cae inconsciente.

Abre los ojos, y agitada se incorpora de manera inmediata, está sudando, y su corazón late al ritmo de los tambores. Se gira, mira la mesilla, su taza está impoluta, no parece que nadie haya bebido de ahí. Sandra respira profundamente y piensa, mientras se seca el sudor de su cuello, “todo ha sido un sueño”.

Sandra se dispone a comenzar el día, abre el primer cajón de la mesilla como cada mañana y tras coger sus ansiolíticos se dirige a la cocina a preparar el café; esta vez sí ha despertado y, como cada día con ella, también su pesadilla.

Autora: Silvia Leal


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