Calígula (Albert Camus)

Calígula supone, sin lugar a dudas, una oportunidad única a través de un texto teatral para acercarse a las posturas existencialistas que, por otra parte, tanta relación tienen con el tiempo actual, aunque no sean bien avenidas.

Esta obra, que lleva la impronta genuina de su autor, se nos presenta como un ensayo alrededor del poder, la manera de ejercerlo y a lo que puede llevar que lo ostente alguien que se encuentra fuera de sí. Ahora bien, siempre desde la situación particular de (en este caso) el emperador romano Calígula, quien tras una desgracia personal reflexiona acerca de la vida e indaga dentro de sí mismo hasta percatarse de que la mayor parte de las personas muere sin ser feliz, algo que le enajena hasta límites insospechados. Digamos que se ha quitado la venda de los ojos, lo que le vuelve completamente loco.

A partir de ahí, su modo de ejercer el poder en el Imperio da un giro de 180 grados, donde las barrabasadas, los conatos de sublevación y de resistencia se van combinando para dotar de un ritmo dialéctico envidiable a la pieza de Camus.

Si vemos la política de hoy día, quizás nos dé hasta reparos el hallazgo de tantas similitudes con el texto del autor francés. Como la escena en que quienes están debatiendo sobre la organización de un posible golpe de estado llegan a la conclusión de que Calígula es el emperador perfecto a sus intereses: es escrupuloso e inexperto. Pero luego se encuentran con otro Calígula...

En definitiva, una obra que, más allá de ser entretenida, ahonda en cuestiones existenciales, adentrándose en el campo de la metafísica, y provoca que pensemos las cosas dos veces antes de darlas por hecho.

Autor: Fran Leal

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