Ninguno lo sabía

Su reflejo le espera, impaciente, tras dos semanas sin saber de él. En el mismo pasillo, colgando de la misma pared, aguarda la ocasión para volver a salir a la palestra y provocar la sonrisa en Mateo. Esa mueca que hacía que todo valiera la pena, incluso las interminables horas a la expectativa dentro de aquella superficie de vidrio. Mas la constancia no siempre da sus frutos y, por mucho que conserve la esperanza en el reencuentro, Mateo no volverá nunca a cruzarse por delante. En el sofá, su cuerpo yace inerte, pero ninguno de los dos lo sabe.

Autor: Fran Leal

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares