La calma que me das

Recorro su cabecita con mis membranosas manos, como cada sobremesa, para no perder la conexión que se estableció entre ambos la tarde de invierno en que nuestros caminos se cruzaron por primera vez. Papá y mamá entraron en el salón con ella en brazos, tan frágil y dependiente como somos todos en los primeros y últimos momentos de la vida. Ese primer punto, el de los comienzos de una vida canina, ya lo superamos juntos, y para alcanzar el final aún nos queda mucho tiempo, espero. Aún nos quedan una infinidad de instantes repletos de calma y nula exigencia que solo ella, mi perra, consigue brindarme.

Autor: Fran Leal

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