Bienvenido

Sentado en su butacón, junto al ventanal que da a la terraza de terrazo, veía el amanecer de un día que ya sabía que sería diferente. De la taza que sostenía por el asa con su mano derecha (eso de sostenerla con ambas manos en un abrazo se reserva para los meses más fríos) emanaba un aroma a café mañanero, en esta ocasión con sobredosis de expectación.

Aquella misma mañana, muchos estarían diciendo adiós a los suyos. Un sentido "hasta pronto", pensarán los más espirituales, o un más terrenal "hasta siempre". Pero también había muchos otros, aunque quizás menos de lo que desearíamos, que estaban en esos mismos momentos calentando para salir a jugar. Atándose las botas para un partido que será duro, sin duda, pero que será el partido de su vida. Suerte, campeón. Y bienvenido a este teatro de los sueños.

Con el café terminado y la mirada aún perdida, se levantó del butacón para ponerse en marcha y comenzar el que en teoría sería otro día más. Pero no. Porque para personas que eran muy importantes para él ese sería un día para el recuerdo. Y eso, afortunadamente, no le pasaba desapercibido. ¿Cuántos kilómetros puede recorrer y a qué velocidad puede viajar una sonrisa? Pues eso, querido: bienvenido.

Autor: Fran Leal

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