El cuerpo

El cuerpo es dúctil y maleable
y pese a todos los vaivenes de una vida azarosa
aún conserva la memoria de la caricias,
de los besos.
 
Su existencia es dulce y sin sobresaltos,
pero debe sustraerse de la realidad
para no caer en la tristeza de saberse descuidado
de los misterios de la pasión.
 
Y es en esos momentos de incertidumbre
que la piel clama un poco de atención.
Es entonces cuando hace inventario
y siempre choca con tu aliento enfebrecido.
 
Suele bastarle con una mirada a aquel camastro
envolvente de cuerpos sangrantes
de cenizas humilladas
para olvidar el fracaso.
 
Pero hay noches en que el alma desatada
parte en un viaje desesperado
en pos del rastro del hombre encendido.
Y al amanecer, el alma encuentra al cuerpo
‑extenuado‑ rezumante de líquidos amargos.
 
Pasarán cien años
de crímenes encamados
pero los ojos
solo verán hilos de sangre
dulces y caramelizados.
 
Buscando otros cuerpos,
                                            dedos,
                                                        alientos,
pero ninguno acertando                                                                              
en el anhelo.
 
El tiempo libera al cuerpo
y puede ver a través del espejo.
Y el alma se consuela con estas palabras
y cede el ansia y el deseo.

Autora: Libélula

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