Nada más cerrar el libro

RECUERDO PERENNE

Nada más cerrar el libro lo abrió de nuevo. Pero no lo hizo por la página que acababa de abandonar, sino que retrocedió al punto en el que la historia, a su parecer, se había torcido. Exactamente, volvió a la página 62, justo al último diálogo entre Rafa y Tano. Pensó que quizás lo había interpretado él mal y de ahí, de su confusión, la incongruente reacción de Rafa en la página 118. Pero no. Para su sorpresa, releerlo le llevó a reafirmarse en su parecer y, por tanto, lo acontecido 56 páginas después carecía de todo sentido. Ahí recordó que prefería ser lector.

Autor: Fran Leal

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PERFECCIONISMO LLEVADO AL LÍMITE

Nada más cerrar el libro me arrepentí. Es el octavo que abandono sin explicación aparente. Yo, que era una lectora voraz, que me tenía que poner alarmas para no pasar noches enteras en vela, ahora me encuentro en esta disyuntiva. ¿Por qué me pasa esto? Mi egocentrismo me dice que, de tanto leer, me he vuelto exigente. Ya no soporto las erratas, los fallos en la trama o la inverosimilitud. Cada día se autopublican más escritores sin apenas corrección.

Una lástima.

Pero ya se sabe, si quieres algo bien hecho hazlo tú misma. 

Y así se convierte todo en trabajo.

Autora: Sabela Senn Lozoya

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UNA BUENA VIDA

Nada más cerrar el libro se apresuró a volver a dejarlo en el mismo lugar donde había estado los últimos cincuenta años. Ahora ya sabía por qué su padre nunca quiso arreglar la pata de aquella mesa coja. Ni siquiera permitió que su mujer fregara el suelo de aquella habitación. No fuera el agua a humedecer las hojas de contabilidad y borrar aquellas cifras. Las cuentas de todos aquellos sobornos gracias a los cuales vivíamos en la mejor casa del pueblo.

Autor: Gerges

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CLASE DE HISTORIA

Nada más cerrar el libro me arrepentí. Llevaban días en el colegio dándome la lata. Que era muy bueno, que no me iba a defraudar. Hubo incluso quien insinuó que su lectura me iba a cambiar la vida. Y yo seguía, erre que erre, negándome. Le tenía tirria, la verdad. Ese mismo libro era el que corría de mesilla en mesilla. Primero en la habitación de los abuelos, luego en la de mis padres. Al final, hasta la madre superiora me lo puso al lado de las lentejas en el comedor. ¡Lee la Biblia o arderás en el infierno! Y lo leí.

Autora: Libélula

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